Todos hemos tenido al menos un episodio de rabia: nos ponemos rojos, sentimos calor por dentro, queremos explotar, acabar con todo, incluso, de nuestra boca salen palabras que jamás pensamos que podíamos decir. Es como si alguien se apoderara de nosotros, nos gustaría tener más control pero no lo logramos y luego nos arrepentimos de lo que hicimos o dijimos.
Para evitar llegar a ese punto, es necesario aprender a manejar nuestras emociones antes de que se apoderen de nosotros. Por eso, te compartimos algunos tips que te pueden ser muy útiles.
Para empezar, es importante que reconozcas que la emoción está ahí, en tu mente, en tu cuerpo, en todo tu ser. Reconócela como una oportunidad de trabajo y crecimiento.
Una vez lo hagas, toma un tiempo para ti, aléjate de la situación o la persona contra la cual quieres explotar. Si estás en una reunión pide permiso para ir al baño, si estás en una llamada telefónica di que llamas luego, si estás con tu pareja o un familiar, dile que necesitas un minuto para estar en silencio. Lo importante es que tengas un espacio para que puedas trabajar en esa emoción.
En ese espacio que te estás dando, vamos a hacer algo sencillo y profundo: ¡respira! Empieza a inhalar tu ira, a sentir la emoción por completo, sentir el calor, la explosión interna, las ganas de acabar con todo, observa las sensaciones físicas, tus pensamientos y lo que esto te genera (llanto, presión en el pecho, dolor de estómago, etc).
Inhala y en el momento en que llegue la hora de eliminar el aire, exhala amor, relajación, compasión y paz. Ve sintiendo como a medida que respiras, tu emoción se va transformando y va desapareciendo, tu cuerpo se hace más liviano, el calor deja de existir, tus pensamientos se hacen más amorosos, tu cuerpo se afloja.
Haz la respiración por el tiempo necesario hasta que te sientas en paz y tu ira se haya transformado en amor. Nadie es responsable de tus emociones, eres tú el que puede decidir que hacer con ellas.